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Economía colaborativa: el modelo socioeconómico del sigo XXI

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En los últimos tiempos se escucha con cada vez más frecuencia sobre la Economía Colaborativa. No en vano, según un reciente estudio[1], en España ya casi al 50% de entre 18 y 65 le suena esto de la Economía Colaborativa. Y si nos vamos a mercados más dinámicos en innovación (USA, UK, Canada), las cifras de sharers o comparti dores, es decir, que ya utilizan productos y servicios dentro del ámbito colaborativo, son apabullantes (39, 51 y 42% respectivamente).

Todavía más importante es el hecho de que estos compartidores, además de ser abundantes, son jóvenes, con un poder adquisitivo medio-alto y, sobre todo, se declar

an tremendamente satisfechos con estas experiencias (el 91% recomienda el último servicio colaborativo utilizado)[2]. En una sociedad donde el boca-a-boca digital se ha convertido en el formato de comunicación más eficaz[3], este cóctel garantiza el futuro de este nuevo 

modelo: son los propios usuarios los que hacen la venta a otros nuevos.

 

Pero, ¿qué es realmente la Economía Colaborativa?

Por encima de todo es mucha disrupción, y por tanto controversia. Y es que se trata de un nuevo modelo socioeconómico donde los usuarios conectan directamente oferta y demanda de bienes/servicios, 24x7 y en cualquier lugar, aprovechando al máximo las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías móviles, sociales y sistemas de pago. Surgen así los micro-emprendedores, como alternativa clara a muchas corporaciones.

Es también un modelo donde el usuario es el rey: él fija las leyes, las expectativas, y a veces incluso exige límites más allá de los que la regulación actual es capaz de arbitrar. Tampoco podemos olvidar el enorme impacto que ha supuesto la fragmentación y democratización de medios y canales; mercados mucho más abiertos, transparentes, donde la información es casi 100% accesible y fluye, donde cualquier usuario tiene voz, y las organizaciones no son capaces ya de controlar sus mensajes.

Y es que una de las grandes paradojas de las nuevas tecnologías es que han devuelto a las sociedades la capacidad y confianza de relación uno a uno, sin por ello menoscabar las virtudes de la globalización. Como explica Brian Chesky, CEO y cofundador de Airbnb (una de las grandes abanderadas de la economía colaborativa), “Cuando eliminas el anonimato recuperas lo mejor de la gente. No hay lugar para personas anónimas en el futuro de Airbnb, tampoco en la economía compartida”. Cabe destacar que la pequeña compañía que puso en marcha hace 5 años va camino de convertirse (si no lo es ya) en la primera cadena hotelera del mundo, sin contar con una sola habitación en propiedad.

Pero no son sólo los avances tecnológicos los que generan el cambio. Sin duda son un facilitador necesario, pero no suficiente. A ellos se unen factores sociales y económicos muy relevantes, que provocaron el colapso del sistema hasta ahora conocido, generando una crisis de confianza nunca vista en la era capitalista.

De esta manera se empiezan a cuestionar las bases del hiperconsumismo y crece la desconfianza hacia las grandes organizaciones, dando paso a modelos de transacción persona-a-persona, junto con modelos donde prima el acceso antes que la propiedad. El consumidor del siglo XXI no acepta que le digan lo que tiene que comprar o usar, ahora dispone de todos los medios para asegurase la máxima confianza, y lo hace fundamentalmente hablando con otros usuarios. No acepta por ejemplo tener que pagar un hotel por 24 horas si sólo va a estar 8.

Sirva como ejemplo el car-sharing o coche compartido (con empresas como por ejemplo ZipCar o BlaBlaCar). En USA se estima que cada vehículo compartido reduce la necesidad de vehículo propio en 9-13 vehículos de media, lo que en términos económicos supone una pérdida de ventas de unos $270.000 para un fabricante de coches medio[4]. Eso es impacto directo, porque si pensamos en el efecto indirecto en todo el ecosistema es altísimo (financiación de vehículos, seguros, carburantes, proveedores de componentes…).

Muchas compañías corren el riesgo claro de ser desintermediadas por clientes conectados directamente entre ellos. Ello ha generado enorme revuelo en determinados sectores (taxis contra Uber, transporte por carretera contra BlaBlaCar, hoteles contra Airbnb…), siendo tema de máxima actualidad. Personalmente creo que la única vía es innovar mediante regulación moderna y adaptada, nunca la prohibición. Buen ejemplo en este sentido es el que ha dado la ciudad de San Francisco al establecer un marco regulatorio para los alquileres tipo Airbnb.

En cualquier caso es, sin duda, momento para repensar y rediseñar modelos de negocio, aprovechando la realidad actual; aportando valor real a los usuarios en mercados mucho más transparentes y democratizados, lo cual obliga muchas veces a ceder valor económico a corto plazo para poder construir a largo (de ahí los cada vez más habituales modelos FREEmium). Cabe destacar algunos ejemplos de máxima actualidad: la cadena de hoteles RoomMate, en lugar de enfrentarse, se sube al carro de la economía colaborativa con su proyecto BeMate, segundamano.es recoge perfectamente este nueva forma de vida del consumidor del siglo XXI en su spot reestrenar es segundamano.es, el app MyTaxi cambia el modelo de trabajo, haciéndolo mucho más transparente y directo, sin retocar el modelo de negocio tradicional del taxi.

En definitiva, los pilares básicos de la economía colaborativa (relación directa persona a persona, búsqueda del beneficio de grupo como medio para llegar al individual, confianza y valor real por encima del económico) no son algo nuevo.

Lo que sí ha cambiado radicalmente es la capacidad para volver a esos principios básicos de relación y transacción inherentes al ser humano. Estos factores previamente citados impulsan y posibilitan un cambio de impacto masivo, al hacer realidad la relación persona a persona a escala mundial, sin limitaciones de ningún tipo. Y eso se sostiene generando confianza. En palabras de Rachel Botsman, “la confianza es la moneda de la nueva economía”.

Esto es precisamente lo que buscan asegurar todas las compañías del entorno colaborativo, dedicando enormes partidas a algoritmos y herramientas que certifiquen la fiabilidad de sus usuarios y contenidos, incluso surgen iniciativas centradas en aportar una identidad o curriculum digital creíble, como es el caso de Traity o Guudjob.

En cualquier caso, la Economía Colaborativa es ya una gran realidad, y se trata del modelo socioeconómico del siglo XXI, porque es el modelo de la gente del siglo XXI.


[1] Relevancia de la Economía Colaborativa en la opinión pública española, Toluna, 20 Sept 2014

[2] Sharing is the New Economy, Crowd Companies

[3] Global trust in advertising report, Nielsen, Sept 2013